En el corazón del Valle Imperial, donde el sol cae pesado sobre las manos que alimentan a todo un país, un grupo de mujeres campesinas ha decidido alzar la voz para sanar heridas que no siempre dejan marcas visibles. Son mujeres que trabajan entre el polvo y la esperanza, mujeres que cargan no solo cajas de cosecha, sino historias duras, profundas, pero también llenas de fuerza. Entre ellas está María Franco Espinoza, voluntaria de Líderes Campesinas, una organización que se ha convertido en la luz que muchas buscan cuando la violencia doméstica les ha arrebatado el camino.

Durante una entrevista en el programa radial Alianza contra la Violencia Doméstica, conducido por Rossana Drumond y Marcos Gutiérrez, María compartió, con una valentía conmovedora, su historia y su compromiso con la comunidad.

El campo: lugar de trabajo, lucha y dignidad

María lleva 15 años trabajando en el campo. Ha recogido olivos, cebolla, uva, ajo, chile morrón, dátil. Ha trasplantado, cosechado, empacado. Ha soportado jornadas extenuantes bajo un clima inclemente que exige más de lo que muchos imaginan.

“A mí me encanta el campo”, dice con sencillez.
Para ella, el trabajo no es solo sustento: es orgullo, identidad y un espacio donde, pese a todo, ha encontrado comunidad y solidaridad.

Del dolor a la acción

El día que conoció a Líderes Campesinas, fue durante una comida organizada para trabajadores agrícolas. Algo se movió dentro de ella. “Me animé a preguntar si podía entrar… y me abrieron las puertas luego luego”, relata.

Desde entonces, María se convirtió en voluntaria. Ayuda a repartir alimentos, sueros, ropa protectora, pláticas informativas y, sobre todo, apoyo emocional y orientación para mujeres que viven violencia.

“Son muy lindas personas”, afirma. “Me apoyaron luego luego. Estoy bien agradecida”.

El testimonio como sobreviviente

María con la voz entrecortada, pero firme, compartió lo que por años guardó: Su historia, contada entre lágrimas, refleja el poder de la decisión y el valor de dar el primer paso.

“Sufrí violencia doméstica por parte del papá de mis hijos. Golpes, humillaciones, ofensas. Un día dije: hasta aquí fue todo. Me levanté con la decisión de irme y me salí con mis dos niños. Tenía miedo, pero más miedo me daba seguir viviendo así”.

María buscó refugio en un centro de apoyo a mujeres, Women’s Haven, donde recibió la ayuda que necesitaba para recomenzar.

“Ahí me recibieron con mi niño más pequeño. Empecé de cero, pero con esperanza. Hoy puedo decir que salí adelante con mis hijos. Les aconsejo a todas las mujeres que no se dejen humillar, que no soporten el maltrato. Tenemos poder, tenemos valor. No tenemos por qué sufrir”.

Continúo con su testimonio, diciendo “fui víctima de golpes, maltratos, humillaciones y gritos”. Su hijo, que escondido bajo la mesa, escuchaba los gritos, desarrolló ansiedad y depresión. Hoy recibe apoyo psicológico.

Pero incluso entre el dolor, María Franco encontró fuerzas para proteger su vida y la de sus hijos. “Dije: esto no es vida. Tuve el valor de alejarme”.

Y entonces su voz tembló al recordar la tragedia de su compañera de trabajo, también víctima de violencia, quien fue asesinada por su esposo. “Es un dolor tan grande. No debemos esperar tanto”, dijo.
Ese dolor se transformó en un mensaje imprescindible: no esperen al último golpe.

“Hoy recibí flores”: un poema que detiene el aire

Conmoviendo a todos los radioescuchas, María leyó un poema desgarrador dedicado a las mujeres golpeadas. Un poema que describe cómo cada vez que su agresor pedía perdón, llevaba flores… hasta el día en que la mujer murió y las flores adornaron su funeral.

Lo leyó completo, con valentía. La radio no transmite lágrimas, pero se podían sentir. “Es triste, pero lo digo para que otras mujeres se animen a hablar… para no esperar a que sea demasiado tarde”, expresó.

El renacer: el amor que sí existe

Ante la pregunta de un oyente si después de tanto dolor logró encontrar una relación sana. Su respuesta iluminó la transmisión: “Sí, encontré una gran persona. Fue más que un padre para mis hijos. Muy respetuoso, muy amable”, contó.
Estuvieron juntos 16 años hasta que él falleció por cáncer. “Dios me lo puso en el camino”, dijo con gratitud.

Una red de apoyo que salva vidas

Líderes Campesinas no solo entrega agua o guantes a los trabajadores agrícolas. Su labor va mucho más allá:

  • talleres educativos,
  • asesoría legal,
  • apoyo psicológico,
  • acompañamiento para mujeres que denuncian violencia,
  • programas de liderazgo,
  • campañas de prevención en escuelas y comunidades agrícolas.

Son mujeres ayudando a mujeres. Son sobrevivientes convirtiéndose en puentes de esperanza. María lo resume así: “No están solas. Levanten la voz. Podemos salir adelante”.

Antes de cerrar el programa, la periodista Rossana Drumond recordó una verdad que atraviesa cualquier frontera y cualquier historia: “No más silencio, no más miedo y no más violencia”.

En el Valle Imperial, mientras las manos campesinas siguen trabajando la tierra, también florece algo más: una red de mujeres valientes que han decidido que ningún funeral más será adornado con flores que nacieron del miedo.

Porque hoy, gracias a testimonios como el de María, muchas mujeres podrán recibir otra cosa: la mano que les ayude a escapar, el consejo que les dé fuerza, el abrazo que les devuelva la vida.

Y ese, sí, es un regalo que se puede aceptar.

Este artículo es parte del proyecto periodístico sobre la Violencia Doméstica en la comunidad latina y cuenta con el apoyo y generosidad de Blue Shield of California Foundation.