En el condado de Santa Clara, el progreso tecnológico y la innovación coexisten con una tragedia humana que crece cada día: Las personas que viven en la calle. Según el último conteo oficial de 2025, 4,650 personas han vivido sin hogar durante más de un año, muchas con condiciones de salud que les impiden mantener un empleo o un alquiler estable. La cifra representa un incremento del 21% respecto a 2023.

Detrás de los números fríos hay historias de familias separadas, trabajos perdidos y sueños interrumpidos. Los refugios, al borde de su capacidad, intentan brindar cobijo a un número creciente de personas que alguna vez tuvieron un hogar y hoy duermen en carpas, autos o bajo los puentes de las autopistas que cruzan Silicon Valley.

“Nunca pensé que me pasaría a mí”

Rosita Martínez fue maestra de preescolar en San José durante más de una década. En 2023, perdió su empleo cuando la escuela privada donde trabajaba cerró. Con los ahorros agotados y un alquiler que superaba los $2,800 mensuales, no tardó en perder su apartamento.

“Nunca pensé que me pasaría a mí”, cuenta con la voz quebrada. “Siempre trabajé, pagué mis impuestos, ayudé a mis alumnos. Pero cuando me quedé sin trabajo, el dinero no alcanzó. Dormí dos meses en mi carro antes de poder entrar a un refugio”, narró.

Historias como la de Rosita se repiten en toda la región. De acuerdo con la encuesta del condado, el 27% de las personas sin hogar mencionan la pérdida de empleo o de ingresos como la causa principal de su situación. Otro 17% la atribuye a separaciones o divorcios, y un 12% a desalojos o incrementos de renta.

El condado de Santa Clara contabiliza 10,711 personas sin vivienda, un aumento del 8.1% respecto a 2023. Pero lo más alarmante es el crecimiento de la indigencia ha subido 53% en solo dos años. San José pasó de 6,266 personas sin hogar en 2023 a 6,503 en 2025.

Silicon Valley: prosperidad para unos, precariedad para otros

El condado de Santa Clara simboliza el corazón de la innovación mundial. Empresas tecnológicas multimillonarias conviven con campamentos improvisados donde cientos de personas se refugian del frío y la indiferencia.

“La brecha entre quienes pueden pagar un alquiler y quienes no, se ha vuelto un abismo”, comenta Laura Menéndez, trabajadora social de la organización HomeFirst Services. “Vemos ingenieros, cocineros, maestros, jubilados. La mayoría tiene alguna fuente de ingreso, pero no suficiente para sostenerse aquí”.

De hecho, los costos de alquiler han alcanzado niveles récord. Según estimaciones locales, se necesitan más de $130,000 anuales para costear un alquiler de dos habitaciones sin destinar más del 30% de los ingresos. Un trabajador de salario mínimo debería laborar más de 100 horas a la semana para cubrir el costo promedio de un techo en San José.

“No se trata solo de pobreza”, insiste Menéndez. “Se trata de un sistema que deja atrás a los trabajadores comunes. Aquí, perder un empleo o enfermarse puede significar perderlo todo”.

Como se conoce el condado ha invertido más de $122 millones en servicios de apoyo a la población sin hogar, incluyendo asistencia para el pago de alquiler, manejo de casos y albergues temporales. Sin embargo, la demanda supera la oferta: solo hay una cama disponible por cada tres personas sin hogar.

San José planea abrir 12 nuevos refugios o ampliar los existentes, lo que permitirá más de 1,300 camas adicionales, incluyendo el primer sitio oficial de “sueño seguro” de la ciudad. A su vez, el condado abrirá un refugio de 135 camas en Palo Alto y otro para 30 familias en Santa Clara.

Una mirada al futuro

A pesar del panorama sombrío, hay destellos de esperanza. Las nuevas iniciativas de vivienda, la colaboración intermunicipal y la creciente conciencia pública podrían marcar el inicio de un cambio.

Rosita, la maestra sin hogar, ahora trabaja como asistente en un centro comunitario y espera pronto obtener un cupo en un programa de vivienda.

“No quiero lástima”, dice con firmeza. “Solo quiero una oportunidad para empezar de nuevo. Todos merecemos eso”.

Su historia resume el desafío de Santa Clara: convertir la compasión en acción, y los millones de dólares en resultados tangibles. Porque más allá de las cifras y los porcentajes, lo que está en juego son vidas humanas.