La reciente orden ejecutiva del presidente Donald Trump, que establece el reconocimiento legal de solo dos sexos: masculino y femenino, es una medida que afecta profundamente a la comunidad transgénero al limitar su reconocimiento en ámbitos legales, de salud y educación. Esta comunidad está compuesta por 1,6 millones de personas en Estados Unidos, 1,2 millones de adultos no binarios y alrededor de 5 millones de personas intersexuales.,
El Dr. Ilan H. Meyer, académico e investigador de Políticas Públicas del Instituto Williams de la Universidad de California en Los Ángeles, explicó que la medida, amenaza con invisibilizar a millones de personas transgénero, no binarias e intersexuales en Estados Unidos.
“Esta orden no es solo un acto administrativo; parece un acto de odio”, afirmó el Dr. Meyer, visiblemente preocupado por el impacto en la vida diaria de las personas transgénero, adultos no binarios y personas intersexuales. La medida limita el acceso a servicios básicos, como refugios para personas sin hogar, atención médica que afirma el género e incluso la posibilidad de ser ubicados en cárceles alineadas con su identidad de género.
El Dr. Meyer, quien participó del panel organizado por Ethnic Media Services para analizar las implicaciones políticas de esta decisión, destacó que esta orden ejecutiva no surge en un vacío, sino en un contexto de creciente hostilidad hacia la comunidad LGBTQ+.
“La retórica anti-trans no solo estigmatiza, sino que incita a la violencia. Después de la campaña presidencial de 2016, los ataques violentos contra personas LGBTQ+ aumentaron significativamente en los condados donde hubo eventos de Trump”, recordó.
El impacto de esta discriminación estructural va más allá de la violencia física. Las consecuencias en la salud mental son alarmantes: altos índices de depresión, ansiedad, ideación suicida e incluso autolesiones. “El estrés minoritario, derivado del estigma y la exclusión, está destruyendo vidas”, señaló Ilan Meyer, quien ha dedicado años a investigar estos efectos en comunidades vulnerables.
“Esta lucha no es solo legal, es humana. Estamos hablando de dignidad, de derechos básicos, de la vida misma”, concluyó el especialista, haciendo un llamado a la sociedad para mantenerse alerta y actuar en defensa de quienes hoy están siendo silenciados.
“RABIA Y RESISTENCIA”
Durante el panel de Ethnic Media Services, Bamby Salcedo, presidenta y CEO de la Coalición TransLatina, una de las organizaciones más grandes dirigidas por personas trans en Estados Unidos, expresó con firmeza lo que muchos sintieron al escuchar el anuncio del presidente Trump: una mezcla de rabia, dolor y la urgente necesidad de resistencia.
“Para mí, el sentimiento que puedo describir es enojo, es rabia”, confesó Salcedo al referirse a la reciente orden ejecutiva que limita el reconocimiento legal a solo dos sexos. Esta medida, no solo borra identidades, sino que refuerza un clima de hostilidad hacia quienes ya enfrentan múltiples formas de discriminación.
Aunque la decisión del gobierno no fue del todo sorpresiva para la comunidad trans —ya que en los últimos años se han presentado cientos de proyectos de ley anti-trans en varios estados—, el impacto emocional es profundo.
“Lo que no esperábamos eran los resultados de las elecciones. Eso fue un golpe duro, no solo para las personas trans, sino para todos nosotros: personas de color, mujeres, inmigrantes. Básicamente, cualquiera que no sea hombre blanco está siendo atacado”, añadió Bamby Salcedo.
Sin embargo, este sentimiento de indignación no se traduce en resignación. Al contrario, ha encendido una chispa de lucha en organizaciones como la que lidera Salcedo, que combina la prestación de servicios esenciales con el trabajo en políticas públicas, investigación y transformación cultural. “Tenemos claro que debemos hacer lo que sea necesario para apoyar a nuestra comunidad y desarrollar estrategias que nos permitan enfrentar lo que viene”, afirmó.
A pesar de este panorama adverso, la voz de Salcedo y de tantos otros líderes trans tiene un solo mensaje: frente al odio, la respuesta será organización, visibilidad y resistencia. “No nos van a borrar. Estamos aquí para quedarnos y para luchar por un mundo donde todas las identidades sean reconocidas y respetadas”, concluyó.
REFLEXIÓN DE UNA LÍDER REPUBLICANA TRANS
Para Jordan Willow Evans, directora ejecutiva de Outsider Media Foundation y una destacada líder republicana, la orden ejecutiva de Trump, no fue una sorpresa, pero si dolorosa.
“Es como ver un accidente de tren en cámara lenta”, expresó Evans con voz cargada de frustración y tristeza.
Como mujer trans y activista dentro del Partido Republicano, ha sido testigo de los esfuerzos internos para promover políticas más inclusivas, solo para ver cómo estas se desmoronan frente a decisiones que, según ella, “no ayudan a los estadounidenses y son una travesía impulsada por un pequeño grupo de personas llenas de odio”.
Evans ha estado profundamente involucrada en la política, trabajando incluso con miembros de la administración Trump durante su primer mandato para buscar políticas educativas que reconocieran y protegieran a las personas transgénero. Pero, como ella misma admite, sabía que los intentos por revertir esos logros no habían terminado. “Lo único que lo hubiera prevenido era que Trump perdiera en 2024. Pero aquí estamos, navegando un nuevo mundo, y sé que no será fácil”, lamentó.
Con experiencia en la defensa de derechos en Massachusetts, donde fue testigo de los primeros esfuerzos por limitar las protecciones públicas para personas trans, Evans entiende bien la estrategia detrás de estas medidas. “No atacas un estado como Massachusetts si no estás tratando de probar la fuerza de la comunidad. Lo que aprendieron allí ahora informa cómo están abordando el resto del país”, explicó.
Pese a la incertidumbre legal y el desánimo que provoca esta orden, Evans se mantiene firme. “El día que salió la noticia, me sentí devastada. Y aún lo estoy. Pero eso no va a detener mi trabajo, solo me hará trabajar más duro”, afirmó con determinación.
Para ella, este momento no solo es una prueba de resistencia para la comunidad trans, sino también un llamado a la conciencia nacional. “Sé que como país somos mejores que esto. No podemos aceptar que el gobierno enfrente a su propia gente para ver qué pasa. Eso no es liderazgo, es irresponsabilidad”, concluyó.
“EL MIEDO NO NOS DETENDRÁ”
“Escuché sobre esta política justo después de hablar con un cliente. Fue el primer artículo que leí ese día y me llenó de preguntas”, comparte con una mezcla de preocupación Gael Mateo Jerez-Urquía, Navegador de Servicios del Proyecto TRANS en el Centro LGBTQ de San Diego, durante el panel de Ethnic Media Services.
Para Gael, las dudas eran inmediatas y personales: ¿Cómo afectará esto a la atención médica con afirmación de género? ¿Qué pasará con mi seguridad en los próximos cuatro años?
Aunque admite que no fue una sorpresa—”sabíamos que venía”, dice—la rapidez con la que se implementó fue un golpe inesperado. “Lo rápido que llegó es aterrador”, confiesa. En su trabajo diario, Gael atiende a un tercio de los clientes del Centro LGBTQ de San Diego, muchos de los cuales comparten ese mismo miedo y confusión.
Sin embargo, en medio de la incertidumbre, surge una fuerza inquebrantable. “Este trabajo no se detiene”, afirma con convicción. Para Gael y su equipo, el desafío es claro: escuchar, apoyar y buscar soluciones concretas para proteger a su comunidad. “Estamos aquí para ver cómo podemos servir mejor, para acompañar a quienes sienten que el mundo se está volviendo más hostil hacia ellos”, explica.
“¿QUÉ HAY DE MIS DERECHOS?”
Para Sailor Jones, directora asociada de Common Cause North Carolina, el anuncio de nuevas políticas que buscan limitar los derechos de las personas transgénero no fue solo una noticia más. Fue un recordatorio de la fragilidad de los logros conseguidos con tanto esfuerzo. “Aprendí de estas órdenes ejecutivas mientras abría la correspondencia”, recuerda, con una mezcla de incredulidad y resignación.
Sailor había trabajado arduamente para actualizar el género en su pasaporte antes de la juramentación del presidente Trump. “Tuve suerte, fui una de las pocas que lograron hacerlo antes de que cambiaran las reglas”, comenta. Sin embargo, su documento, con una validez de varios años, ahora simboliza una paradoja dolorosa: “Aunque mi pasaporte durará más que esta administración, no sé si durará más que estas políticas o el cambio cultural que puedan provocar.”
Lo que más le desconcierta no es solo la intención del gobierno de borrar legalmente la existencia de las personas trans, sino la retórica que acompaña estas decisiones. “Nos culpan de todo, desde accidentes aéreos hasta la falta de preparación militar. Es absurdo e inhumano”, expresa con indignación.
El miedo es palpable, pero no paralizante. Sailor comparte su preocupación por el acceso a la atención médica que afirma el género, un derecho que considera vital. “La cirugía de afirmación de género es un privilegio, sí, pero es una decisión personal que salva y mejora vidas”, subraya. Aunque cuenta con seguro de salud gracias a su empleo, la incertidumbre sobre la cobertura futura es angustiante.
A sus casi 50 años, Sailor sabe que las protecciones legales pueden ser frágiles. “Estamos hablando de procedimientos médicos esenciales que podrían desaparecer con la firma de un presidente o una decisión judicial”, advierte. La posibilidad de que derechos previamente garantizados se desmantelen en un abrir y cerrar de ojos refleja la precariedad del progreso en un clima político volátil.
Sin embargo, Sailor se niega a ceder al miedo. “Cuando la gente se siente lista, hay que alzar la voz más fuerte que nunca. Y cuando no se siente segura, debemos crear espacios donde puedan hacerlo sin temor”, afirma con determinación.